Ejemplo de comunista - Marcelino Camacho
“¡Ni nos domaron, ni nos doblaron, ni nos van a domesticar!”.
Marcelino Camacho era el mismo de siempre. El luchador incansable, el capitán del barco de Comisiones Obreros, el impenitente defensor de las libertades sindicales en en la noche negra del franquismo y aún después. Marcelino Camacho no ha cambiado. La proclama que pronunció al salir de Carabanchel vive aún.
larepublica.es
Marcelino Camacho, miembro del PCE, y primer dirigente de CC.OO recibió ayer lunes un emotivo homenaje en el Palacio de Congresos de Madrid rodeado de personalidades de la cultura y la política.
El acto fué presentado por la actriz Aitana Sánchez Gijón y a él asistieron personalidades del mundo de la cultura, como los actores Juan Diego, Pilar Bardem, Nuria Espert y Charo López, cantantes como Miguel Ríos, Ana Belén y Víctor Manuel, Rosa León, o Raphael.
Del mundo político acudieron a esta cita, entre otros, José Blanco y Diego López Garrido, por parte del PSOE, Eduardo Zaplana - que apenas aguantó unos minutos en el acto - y Ana Pastor, del PP, Gaspar Llamazares, de IU, Francisco Frutos, del PCE, y José Antonio Labordeta, de CHA, que junto al cantante Luis Pastor y guitarra en mano, amenizó el acto con varias canciones.
Al acto también asistió el Presidente del Gobierno, José Luis Rodriguez Zapatero, que hizo un alegato a favor de la paz social y definió a Camacho como un "padre fundador" de la democracia y la libertad, un luchador y un hombre "honesto y coherente".
El Secretario General del Partido Comunista de España, Francisco Frutos, alabó al sindicalista por su coherencia, honestidad y entrega, y destacó su comprometida militancia comunista.
Agustín Moreno, de la comisión ejecutiva confederal de CCOO y miembro del Sector Crítico del sindicato destacó también la coherencia de Marcelino Camacho y recordó su compromiso antifascista y antifranquista, recordando que hoy "la serpiente del fascismo vuelve a poner sus huevos en nuestra sociedad" y es necesario hacerle frente. Criticó además la ilegalización de la manifestación antifascista del pasado 24 de Noviembre por parte del Gobierno.
Fidalgo, por su parte, afirmó que Camacho es un "héroe" para su generación, una buena persona y un hombre "valiente", al que "le da igual no estar de acuerdo con la gente si está de acuerdo consigo mismo".
Intercalando las intervenciones se proyectó un vídeo sobre la vida de Marcelino y se leyeron poemas, entre ellos uno de Rafael Alberti que interpretó Nuria Espert, arrancando una de las ovaciones más sonadas de la noche.
La última intervención, la del propio Marcelino, que salió al estrado acompañado de su mujer Josefina, fué sin duda la mas esperada y ovacionada.
Marcelino, como siempre combativo, hizo un breve alegato contra el capitalismo y envió un abrazo a todos los participantes de un acto del que destacó su "unidad". Camacho finalizó su discurso con el grito: "Ni nos domaron, ni nos doblaron ni nos van a domesticar".
Para finalizar, sonó la Internacional comunista para poner el broche a un homenaje donde dominó el rojo.
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HOMENAJE A MARCELINO
AGUSTÍN MORENO - LÍDER DEL SECTOR CRITICO DE CCOO
Hace unos años llevé a Marcelino al instituto y antes les dije a los chicos: buscadle en el Larousse y cuando venga aquí, si veis a un abuelo apacible, no hagáis caso de las apariencias. Marcelino Camacho es importante, muy importante, aunque no es rico, vive modestamente en Carabanchel y hoy no tiene poder sindical ni político directo. Pero es un personaje histórico y una persona indomable, que no se ha plegado nunca ni ante Franco ni ante las burocracias sindicales. Sólido y próximo, concreto y con la línea del horizonte en su mirada, no les defraudó. Tras la Guerra Civil, durante el franquismo, en la transición y en la democracia, Marcelino juega un papel clave por su lucidez. Nunca perdió el norte, supo orientarse ante los cambios y siempre tuvo claro que hay que apostar por los trabajadores, por la clase obrera como sujeto histórico del cambio, ya que el mundo no está hecho a la medida de los más débiles. El coste de su apuesta es la cárcel, el destierro, el despido, la marginación y mucho sacrificio. Por ello es uno de los grandes protagonistas de la Historia de España del último medio siglo. Como dijo de él Manuel Vázquez Montalbán, tras la gran derrota de la Guerra Civil "Marcelino fue una pieza clave en ese resurgir del movimiento sindical en las condiciones más difíciles de dictadura".
Ha sido el fundador del gran sindicato Comisiones Obreras y un modelo de compromiso con la lucha antifranquista, por las libertades, la paz y por los derechos laborales. De una honestidad a prueba de bombas, personifica la mejor tradición del movimiento obrero: los que organizaron los sindicatos siempre fueron los más austeros, los más cualificados, sobrios, autodidactas y con mayor conciencia de clase. Resolvió las opciones que, según Hobsbawm, se les presentan a los trabajadores de la mejor manera para su conciencia y para su clase: no buscar el enriquecimiento o el medro personal, no desmoralizarse, y sí organizarse y luchar para cambiar el mundo, para mejorar las condiciones de vida y de trabajo.
Es mítico su coraje y voluntad de hierro para no rendirse ni tirar la toalla nunca y seguir combatiendo el desorden capitalista. Las grandes personas se ponen a prueba en los momentos decisivos. Y Marcelino superó todas las pruebas ante la represión y la cárcel, ante las discrepancias internas y las decisiones difíciles, al defender la independencia de CCOO en momentos claves como la tramitación del Estatuto de los Trabajadores, la tarde-noche del 23 de febrero de 1981 que compartimos en un comité de enlace con la UGT, ante la concertación social y en muchas otras ocasiones.
Su gran fuerza es la de sus ideas y sus convicciones. Coherente hacia fuera y hacia dentro, exigió la democracia política y la libertad sindical en el país en plena dictadura, ha defendido la democracia interna en las organizaciones donde ha militado y ha sido libre al posicionarse, aunque se quedase en minoría y ello tuviera consecuencias represivas, más dolorosas aún si provienen de los que se considera propios. Es obligado recordar todos los hechos: no se le elige para la presidencia del sindicato en el VI Congreso (1996), sin ningún debate entre las bases, convirtiéndole en chivo expiatorio para lanzar un mensaje a críticos y discrepantes de que serían excluidos si se oponían a una operación que pretendía moderar al sindicato hasta unos niveles irreconocibles.
Recuerdo, al ver la foto de la primera Ejecutiva Confederal, su apuesta valiente por la juventud y la renovación de la dirección del sindicato. Era increíble que, a finales de los años 70, chavales de veintitantos años compartiéramos responsabilidades y trabajásemos codo con codo con alguien que para nosotros era un auténtico mito.
En Marcelino resalta muy especialmente su calidad humana, que se expresa en la sencillez, bonhomía y carácter cariñoso. Quizá por ello y por su solidez ideológica ha sido insensible a los halagos del poder, esos cantos de sirena que encandilan a más de un dirigente.
Ha sido capaz de hacer convivir en CCOO a posiciones sindicales muchas veces encontradas, porque ha defendido la pluralidad por creer que es un valor en una organización y porque ha confiado en la fuerza de sus ideas y del diálogo para abordar las diferencias. No persiguió a los discrepantes, porque no los consideraba ninguna amenaza y porque, más allá del peso de sus argumentos, siempre estuvo muy sobrado de autoridad moral, tanto ante los amigos como ante los enemigos. De ahí su talento para sumar y no para restar.
Pero, sobre todo, destaca por su coherencia. De entre la multitud de homenajes y premios que ha recibido, hay uno que le resulta especialmente grato: el premio a la Coherencia de Guardo, un pueblo obrero y minero del norte de Palencia. Premio que, como de coherencia se trata, debe compartir con su querida compañera Josefina Samper. Sé que es uno de los que más le enorgullecen, porque Marcelino siempre, siempre, ha intentado ser fiel a los trabajadores y a él mismo, y cuando vuelve la vista atrás para contemplar su vida, lo expresa de manera rotunda al afirmar: "Si tuviera que volver a nacer, volvería a hacer lo mismo".
Por todo lo dicho, Marcelino Camacho se merecía un gran homenaje de todo el sindicato, de los trabajadores y trabajadoras y de la sociedad española. Aunque estoy seguro de que el mejor homenaje que desearía el propio Marcelino sería la recuperación y el fortalecimiento de su legado en CCOO: la pluralidad, la unidad, la firmeza y el carácter de clase del sindicato.
Decía Flaubert que "al escribir la biografía de un amigo, hay que hacerlo como si estuvieras vengándolo". Marcelino no lo necesita por su altura moral, que le hace estar por encima de toda circunstancia. Como en el fondo son los actos los que hacen que las personas sean memorables, sus compañeros, camaradas y amigos nos podríamos haber ahorrado las palabras y limitarnos a darle las gracias a Marcelino, por tantas y tantas cosas.